“No me veo como poeta de vanguardia, sino popular”
di Fabián Darío Mosquera

El Telegrafo, Quito, 2011 8 agosto 2011 Interviste e dialoghi
“No me veo como poeta de vanguardia, sino popular” <br> di Fabián Darío Mosquera

Diversos fueron los estilos, tradiciones estéticas y lenguas de los autores que participaron en el último Festival Internacional de Poesía de Medellín (uno de los más prestigiosos a nivel internacional y que ya va por su vigesimoprimera edición), que tuvo lugar a principios de julio en la capital antioqueña.
Entre los invitados se cuenta el napolitano Lello Voce, quien ha trabajado durante años en el terreno del Spoken Word (poesía eminentemente oral, “performática”, que puede ir acompañada de un ensamblaje musical y que se registra y difunde en tracks de audio, yendo más allá del formato libro).
Voce, nacido en 1957, es uno de los fundadores del Gruppo 93, colectivo conocido como la Neovanguardia italiana debido a su permanente apuesta por la experimentación de diversa índole. Ha participado en numerosos encuentros y conferencias sobre poesía en Europa y América Latina, y ha sido traducido a varios idiomas, entre los que resulta relevante mencionar el portugués, puesto que dicha traducción corrió a cargo de Haroldo de Campos, figura cumbre de la vanguardia concreta y el neobarroco brasileño, con quien Voce tuvo una fructuosa y dilatada amistad.
De hecho, en 2005 editó la primera antología italiana del autor brasileño: L’educazione dei cinque sensi, con notas de Augusto de Campos -su hermano- y Umberto Eco. Lello, de palabra entre encendida y serena, cargada de anécdotas, siempre parece dispuesto a conversar sobre sus “verdades poéticas”.

Ha hecho una investigación muy profunda sobre la poesía oral contemporánea, sobre el Spoken Word... ¿En qué condiciones cree que se encuentra esa forma de literatura hoy en Europa?
Cada vez está mejor; además de que se trata, a mi parecer, de la única manera de acercar a los jóvenes a la poesía, que es un arte que nació en la oralidad. Creo que, en la Historia, cuando aparecen la imprenta y los libros, la poesía empieza su decadencia... Ese es un dato objetivo, por lo menos con lo que concierne a la literatura europea: hasta el siglo XVI todos lo poetas cantaban su obra; pero al aparecer la imprenta, y con la utilización de papel para los libros -que antes se llamaban volúmenes-, dicho arte empieza a palidecer... Se inicia, para la poesía, una competencia infructuosa con las novelas, que son un producto evidentemente burgués... Al ponerse en el libro, como estas, el poema pierde algo de su esencia...

Pero hay varios autores, como Borges, que consideran que la transición desde el registro oral hacia la intimidad de una lectura en silencio, representa para el género un paso evolutivo, un paso hacia adelante...
No estoy de acuerdo... Además de que Borges, entre otras cosas, no me interesa particularmente como poeta; precisamente porque es, en ese sentido, un creador extremadamente “literario”... Claro que la poesía que se hace hoy en el Spoken Word tiene como antecedente también la tradición escrita... Los que trabajamos ese tipo de literatura no creemos que estamos haciendo lo mismo que una tribu de Los Andes, el Caribe o África... El texto escrito tiene su importancia... A lo que me refiero es que esta pretensión de que la poesía para ser verdaderamente importante tiene que ser leída en silencio es una tontería, porque incluso durante esa lectura silenciosa, para que el texto marche, tienes que “cantarlo” mentalmente; respetar los acentos...

... Hay una cosa que suele ocurrir con varios autores del Spoken Word: a veces parecería que la lectura en voz alta y la performatividad les dan a sus textos un plus un tanto efectista, incluso diría falso; ya que cuando uno tiene esos poemas entre las manos se percata de que no se sostienen sobre el papel... En su caso ocurre algo interesante: sus textos se sostienen en el libro, demuestran un cuidado con las imágenes, por ejemplo. ¿Hubo algo en su proceso de formación que lo hizo ver la necesidad de ese equilibrio?
Sí, sí, es cierto lo que dices... Y te repito: cuando lees el poema en silencio lo estás “tocando” en tu cabeza... Cuando estoy en el escenario soy simplemente un vehículo para la música que existe inherentemente en el texto... Ahora bien, creo que hay que analizar lo que expresas, aquello del texto solo sostenido con la voz, sobre todo en relación con la escuela americana, que pondera una poesía muy simple, cuya entera fuerza radica en la capacidad del autor para interpretarla sobre el escenario... No puedo imaginarme, por ejemplo, un poema de John Giorno en voz de otra persona. Este no es mi caso; reconozco que mis textos vienen determinados quizás por una mayor complejidad, que es consecuencia, desde luego, de mi contacto con Haroldo de Campos. Él fue mi maestro. Mi gran influencia. Todo lo que sé de Spoken Word me lo enseñó Haroldo. Esa es la razón por la cual mi trabajo está tan lejos del rap, del cual sí está muy cerca la escuela americana de Spoken... En ella, el ritmo es muy constante...

Su amistad con el gran Haroldo es verdaderamente legendaria, ¿podría relatar en qué circunstancias se conocieron?
Fue algo loco. Yo tenía treinta años y leí en un diario que había una lectura de Haroldo en Ginebra. Tomé un tren desde Italia, llegué a la lectura, y luego me le acerqué con mi librito y un cassette... “Soy italiano, soy poeta y este es mi libro”, le dije. Haroldo me miró y contestó: “Gracias, ahora lo leo”, y yo pensé: “sí, sí; claro”... Me preguntó que si vivía en Ginebra y le dije que no, que había venido expresamente para el evento desde Nápoles y que había dormido en la estación de tren. Puso una cara...
Después de cinco meses me llegó una hermosa carta suya diciéndome que le había gustado mucho mi trabajo, y que me invitaba a Brasil...

... Ese día, en Nápoles, se sintió como Maradona...
… Más que Maradona... Porque Haroldo fue el tipo más generoso que he conocido, y en todos los frentes de su vida... en la amistad, la poesía, en tomar vino, escuchar música... Generosidad absoluta. Entonces, comprenderás que la carta no era de cinco líneas sino de cinco hojas... Y después empezó a traducirme, y allí sí me volví loco de verdad...

¿Se considera un autor cercano al Neobarroco, con el que se asoció tan recurrentemente -por lo menos en un tramo ya maduro de su obra- a Haroldo?
Sí, definitivamente... Pero más allá de todo el espectro neobarroco latinoamericano, mi influencia específica fue la de la escuela de los caníbales brasileños... Ese contacto fue muy importante para mí porque yo trabajaba con la Neovanguardia italiana de Sanguineti, que, a pesar de nutrirme de una estética que marcó profundamente mi discurso, me parecía muy “escrita”... Por eso la experiencia brasileña fue como una ventana que se abría...

Estuvo a cargo de un festival importante en Roma, ¿cuál cree que es la pertinencia de los festivales hoy en día, desde el de Medellín hasta el de Róterdam?
Bueno, Medellín es como un milagro. Hay lecturas con un público de mil quinientas o dos mil personas... Hay muchos festivales en el mundo, y creo que son la carretera que le está permitiendo a la gente volver a la poesía, a través del rito de escucharla... No me preocupo cada vez que me dicen que no hay venta de libros de poesía. Siempre contesto: tampoco hay mucha venta de las partituras de Beethoven, pero la gente va a escuchar la música. La función de los festivales, especialmente los más prestigiosos como Medellín, Róterdam o Berlín, es ir concretando esa posibilidad siempre latente de volver a posicionar la poesía entre la gente de a pie; a pesar de que todos los encuentros poseen marcadas diferencias... Por ejemplo, el que yo regentaba en Italia estaba dedicado específicamente a las celebraciones entre poesía y música... En el caso de Medellín lo que tenemos es muchísima variedad y una suerte de “empeño civil” importante; el Berlin Poetry Festival hace otra cosa, más de vanguardia, más cerca de la experiencia del Spoken Word o del Poetry Slam, en fin...

… Pienso con todo lo que dice en aquellos poetas que no son necesariamente del Spoken Word o del Poetry Slam, que son más convencionales, más “de texto”, pero que gustan de leer su trabajo en recitales y acercarse a la gente; que intentan volver a darle un sitio relevante al poeta dentro del espectro de la cultura popular... Recuerdo a Robert Pinsky apareciendo en un estupendo capítulo de Los Simpsons en plena lectura de sus textos más conocidos...
Sí, eso es importante... Me interesa, te lo digo una vez más, sostener esa idea del regreso de la poesía a la gente. Muchas veces me dicen: tú eres un poeta de vanguardia, y yo digo: no, soy un poeta popular. Porque poseo un medio popular, que es mi voz. Ahora, déjame volver al asunto de la escuela americana del SW, creo que es necesaria una puntualización: simplicidad no quiere decir necesariamente superficialidad... Mira que la escuela americana es muy simple, pero no superficial... Hace cosas muy bellas que llegan con intensidad a la gente.

… Volviendo, entonces, a los norteamericanos, hábleme de su contacto con Gregory Corso, William Burroughs y Allen Ginsberg...
Fue Gregory Corso una de las primeras personas que leyó mi poesía. Luego fue Burroughs. En 1977, durante un festival poético en Roma, yo fui el chico -tenía 20 años- encargado de buscarles a todos ellos algo para fumar.
Llegaba al cuarto de hotel y les ponía sobre la mesita la marihuana, la heroína y mi poema.... (carcajadas)... Estábamos todos locos; Gregory, William... Bueno, ¡tenía 20 años!... Para mí conocer a esos monstruos era algo tremendo... Pero más allá de la anécdota, ese contacto me enriqueció, desde luego, literariamente... Y desde esos días de mis primeros lances poéticos no he parado de hacer lo que creo que debo hacer para enriquecer la creación que se basa en la palabra.

El Telegrafo

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